miércoles, 28 de abril de 2010

El arte de volar

"De todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España", escribía Gil de Biedma.

Partiendo de unas cuartillas que su padre dejó escritas antes de morir, el guionista Antonio Altarriba recrea la vida de éste, que abarca casi todo el siglo XX español. Padre e hijo se funden en un solo narrador para contar historias que a todos nos suenan familiares: las duras condiciones del campo, la guerra civil, el exilio, el franquismo, la transición, el desencanto… La obra tiene la fuerza y la credibilidad de los hechos reales, salpicados con otros ficticios que la dotan de ritmo y a veces incluso de humor, a pesar de que la sensación que deja en el lector es la del verso que he citado al principio.

Kim es un dibujante más que cumplidor, y se agradece el grado de detalle y la cuidada ambientación que aporta, pero juega en su contra que se le relacione tanto con su trabajo en El Jueves. Al menos a mí me ha pasado…

Este cómic se ha convertido desde su aparición en un clásico instantáneo, y yo estoy de acuerdo, sin duda es lo mejor que se ha hecho en este país en mucho tiempo, además de una lección de Historia que bien podría leerse en los institutos.

sábado, 3 de abril de 2010

El mal de Portnoy

Siempre digo que los gobiernos deberían obligar a toda la población a ir al psicólogo una vez al año, por lo menos. Ahora que, al parecer, la religión cotiza a la baja (y yo me alegro), a todos nos vendría bien confesar nuestros problemas al psicólogo, creo que ahorraríamos en drogas, en policías, en clínicas de estética…

Esta novela de Philip Roth es toda ella una sesión con el psicólogo. El paciente es Alexander Portnoy, un treintañero judío de New Jersey, un abogado de éxito al que todo parece irle bien. Pero según va repasando su vida, van saliendo a la luz los años de frustración y neuras acumulados, especialmente en torno a tres temas: una madre de las que traumatizan, su obsesión por el sexo y su estricta educación judía.

Desde que se publicó la novela en 1969 muchos otros artistas judíos (omnipresentes en cine, TV, literatura…) nos han transmitido estos y otros problemas de pertenecer a su pueblo, haciéndose un poco cansinos en mi opinión. Pero hay que reconocer que son buenísimos humoristas, y esta novela es un buen ejemplo, aunque es un humor amargo y negrísimo, la desesperación de Portnoy es graciosa, y como él mismo dice, la base del humor judío está en reírse de uno mismo.

Además, ha conseguido universalizar su caso, no hace falta ser judío para reconocer esos problemas mentales, y cualquier lector –al menos los tíos– puede sentir afinidad con Portnoy.