Como hacía Jason en su No me dejes nunca, Nick Bertozzi convierte en personajes de su obra a algunos de los artistas que vivieron la bohemia parisina de principios del siglo XX. En concreto al entorno de Gertrude Stein, que reunió en su salón (de ahí el título) a maestros como Picasso, Braque, Apollinaire, Satie… En el cómic asistimos a la vida excéntrica del grupo, sus discusiones más mundanas y su forma apasionada de vivir el arte.
Aunque es una obra coral, destaca el protagonismo que se da a la amistad entre Braque y Picasso, dos genios de personalidades opuestas que a lo largo de la historia van dando forma a lo que será el cubismo. Y también la difícil relación entre Gertrude Stein, su hermano Leo y su amante Alice B. Toklas (en el enlace, curiosa anécdota del fudge de hashish).
Como hilo argumental de la historia, unos misteriosos asesinatos en los que está envuelto el pintor Gauguin, una javanesa de piel azul y unas botellas de absenta de propiedades extraordinarias. Esta parte, aunque es interesante y el motor de la acción, se hace demasiado confusa conforme llegamos al final, en el que definitivamente al autor se le va de las manos.
El dibujo, en formato apaisado de cuatro viñetas por página, es muy adecuado a la historia: con un aire vanguardista pero sin restar claridad, y bien ambientado en el París de la época. En cambio el color, que intenta ser algo "diferente", supongo, podría mejorarse.
Aunque es una obra coral, destaca el protagonismo que se da a la amistad entre Braque y Picasso, dos genios de personalidades opuestas que a lo largo de la historia van dando forma a lo que será el cubismo. Y también la difícil relación entre Gertrude Stein, su hermano Leo y su amante Alice B. Toklas (en el enlace, curiosa anécdota del fudge de hashish).
Como hilo argumental de la historia, unos misteriosos asesinatos en los que está envuelto el pintor Gauguin, una javanesa de piel azul y unas botellas de absenta de propiedades extraordinarias. Esta parte, aunque es interesante y el motor de la acción, se hace demasiado confusa conforme llegamos al final, en el que definitivamente al autor se le va de las manos.
El dibujo, en formato apaisado de cuatro viñetas por página, es muy adecuado a la historia: con un aire vanguardista pero sin restar claridad, y bien ambientado en el París de la época. En cambio el color, que intenta ser algo "diferente", supongo, podría mejorarse.
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