En el último curso de E.G.B. (la Primaria de ahora) nos hicieron leer Zalacaín el aventurero y recuerdo haberlo disfrutado bastante. Por el contrario, no guardo buen recuerdo de El árbol de la ciencia cuando lo leí en el instituto –quizá no era el momento–, y desde entonces no había vuelto a leer nada de Pío Baroja.
Pero con esta trilogía –La busca, Mala hierba y Aurora roja– que se lee como una sola novela, me declaro rendido admirador de don Pío. La lucha del título es la del joven protagonista Manuel Alcázar por sobrevivir y superar la pobreza en el Madrid de mil novecientos, que Baroja retrata magistralmente. Parece ser que la crítica lo acusó de frialdad en su descripción de las muchas miserias que abundaban en las calles, pero a mí me ha encantado su forma de narrar, es cruda y directa pero no renuncia a la piedad por los personajes, ni a la poesía de algunas descripciones. Esas idas y venidas por las calles de Madrid, esos escenarios sórdidos, esos amaneceres… convierten a la ciudad en un espacio mítico como el Londres de Conan Doyle o el París de Fantomas, y es de lo mejor de las novelas.
Manuel lucha por escapar de la miseria y alterna los trabajos legales con los ilegales: zapatero, chulo, trapero, timador de poca monta… mezclándose con personajes de lo más variopinto, desde los pillos de los bajos fondos a falsos aristócratas. Finalmente se decide por la vida honrada, y tras muchos tropiezos consigue establecerse como tipógrafo.
Así lo encontramos en la tercera parte de la trilogía, Aurora roja, en la que cede parte del protagonismo a su hermano Juan, un artista que ha vivido en Francia y está muy concienciado políticamente, hasta el punto de fundar un "club" de anarquistas y revolucionarios. Son geniales las discusiones políticas de este grupo, que ponen de relieve las contradicciones de la anarquía, el debate sobre el uso político de la violencia, el atraso de España… discusiones estériles en las que Manuel prefiere no entrar. Aunque comparte las ideas de su hermano no se implica tanto, y prefiere defender lo que ha conseguido con tanto esfuerzo, aunque lo acusen de aburguesado. El libro se cierra con un discurso pesimista que reduce la vida a una lucha constante de voluntades.
Como curiosidad y dato personal, os diré que trabajé hace unos años en una imprenta de Pontevedra que se fundó en los años 20 con el nombre de "La aurora roja", supongo que como homenaje a este libro, a la profesión de su protagonista y a las ideas izquierdistas del fundador de la imprenta, que murió fusilado en la guerra civil. País…