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miércoles, 6 de febrero de 2008

Balance, balance

Hoy 7 de febrero se cumple un año del nacimiento de este blog, coincidiendo con el año nuevo chino. Así que ante todo: adiós, año del cerdo…

…y próspero año de la rata para todos.


Habrá también que hacer un repaso a este primer año de Mal Papel, pensando en si ha cumplido los objetivos para los que fue creado. Está claro que el de hincharme a recibir visitas y comentarios no, pero prefiero pensar que es un “blog minoritario para la élite ilustrada” antes que un “puto fracaso”. Tampoco he conseguido cumplir mi objetivo de “diez entradas al mes”, aunque he estado bastante cerca. Pero me engaño a mí mismo parece que son más relevantes sus otras funciones:

La función de catalogar mis lecturas según las (poco fiables) primeras impresiones que me han causado. Como leo rápida y muy atropelladamente, me cuesta retener la “pulpa” sin hacer una segunda lectura, porque además tengo muy mala memoria. Así que el blog me ha venido muy bien para usarlo de memoria auxiliar, forzándome a escribir unas líneas sobre la huella que me ha dejado lo leído. Además me permite ahora hacer la estadística del año, han sido (aprox.) 24 libros y 42 tebeos, de los que destacaría:

Mi propósito de acercarme a los grandes clásicos y a su contexto histórico, empezando por Grecia: la Ilíada, la Odisea, la lírica, los mitos… espero poder empezar con Roma este año.

Por lo demás, he leído muy buenos libros en 2007: La saga/fuga de J. B. y 2666 se llevan ex aequo el galardón a Lo Mejor Del Año. Pero también debo recordar a Valle-Inclán, a Gombrowicz, a Philip K. Dick… y tantos buenos cuentos

También ha sido un buen año para los tebeos: El Bulevar de los sueños rotos es seguramente el cómic del que guardo mejor recuerdo, seguido muy de cerca por mi descubrimiento tardío del gran Jaime Hernández de Locas y por el genial guión de Lapinot: La vida como viene. Del resto, mencionar la decepción de Lupus y algunos buenos descubrimientos: El Fotógrafo, Bardín, Keko, Gipi

… y la otra misión del blog es ayudarme a adquirir soltura escribiendo -como decía Alfred Bester (cito de memoria): los escritores noveles tienen que expulsar mucha mala literatura antes de dejar de serlo-, y hacerlo con la posibilidad de que cualquiera como tú pueda leerlo impunemente. Esto se ha cumplido sólo a medias: si bien noto una leve mejoría al cabo del año, lo que escribo sigue pareciéndome pedante, infantil, fatuo, balbuceante, pretencioso, y sobre todo: ¡que abuso irracionalmente de adjetivos y repeticiones! Pero en fin, sigo intentándolo.

Y no quiero cerrar el ejercicio sin colgar un vídeo que tenía pendiente: el de Always look on the bright side of life.

martes, 22 de enero de 2008

Águila de blasón

En el mismo número de Babelia en el que se publicó Ciao, Verona, el cuento inédito de Julio Cortázar del que ya os hablé, se incluían también fotos y artículos sobre el escritor de Banfield. En uno de ellos se hablaba de su biblioteca, y de la costumbre que tenía de customizar sus libros, dibujándolos o anotándolos; uno de estos libros era Águila de blasón, en el que Cortázar apuntó: “Enorme y triste parodia. Ni comedia, ni bárbara”. Se produce una curiosa sensación cuando alguien que admiras critica algo que te gusta (aunque en este caso “enorme y triste parodia” podría no ser peyorativo, le va bien a lo esperpéntico de la obra): es verdad que Águila de blasón es más floja que Cara de plata (escrita quince años después), y que tiene poco de comedia, pero a mí me cautiva, como todo lo que llevo leído de Don Ramón del Valle-Inclán.

Quizá sea porque siento cercanos esos paisajes gallegos que Valle conoció tan bien, y a los que consigue dotar de una poderosa mitología en la que abundan milenarias piedras celtas, sórdidos cementerios, sucias tabernas… es un universo mágico que el autor recrea a la perfección, poniendo especial atención en el lenguaje, que tiene una fuerza tan arrolladora como la de los sentimientos que dominan a los personajes.

Han pasado ciento un años desde su publicación, y algunas de sus formas pueden haber perdido vigencia, o parecer ingenuas al lector actual, pero hay que recordar que hasta ese momento nadie había ido tan lejos en la literatura española. Para mí, al menos, conserva su frescura y su modernidad. Hasta dan ganas de leer algunos párrafos en voz alta…

jueves, 3 de enero de 2008

La saga/fuga de J. B.

La historia de los J. B. se ha repetido cíclicamente durante más de mil años en Castroforte del Baralla. Su última encarnación podría ser Jesualdo Bendaña, o bien Jacinto Barallobre, ambos descendientes de ilustres familias tradicionalmente enfrentadas. Pero también podría ser José Bastida, “un desgraciado” en sus propias palabras, que sin embargo participó en el renacimiento de la Tabla Redonda junto a destacados miembros de la sociedad castrofortina, a imagen y semejanza de la Tabla Redonda original del siglo XIX, que se reunía en el Café Suizo y que se disolvió antes de la guerra, después de haber declarado a Castroforte “cantón independiente”…

Me confieso incapaz de resumir en pocas palabras el enrevesado argumento de esta magnífica novela, desbordante de imaginación, digresiones, interpolaciones, saltos temporales, enfrentamientos entre ciencia, magia y religión, y un sinfín de hallazgos literarios que han motivado comparaciones con Rayuela, o incluso con el Ulises de Joyce. Personalmente, me gustaría leer algún estudio que pusiera en relación el libro con películas de Berlanga y afines, pelis corales como Amanece que no es poco y otras de los 70 y 80’s. Quizá sea una tontería, pero yo he pensado en ello mientras lo leía.

Hará cosa de cuatro o cinco años se reunieron en Pontevedra José Saramago, Manuel Rivas y otros que no recuerdo, para hablar de Gonzalo Torrente Ballester y de La saga/fuga de J. B. Defendían que el imaginario pueblo gallego en el cual se desarrolla la novela, Castroforte del Baralla, se corresponde con Pontevedra, ciudad que Torrente conocía muy bien (una de las dedicatorias es “para mis amigos de Pontevedra y Marín”). Yo me perdí dicho coloquio, me enteré al día siguiente por un artículo en el periódico (recuerdo que el periodista comentaba la buena impresión que le habían causado a Saramago las mozas pontevedresas), pero fue suficiente para despertar mi curiosidad por el libro.

Después de leerlo, estoy de acuerdo en que Castroforte está inspirada, al menos parcialmente, en Pontevedra, y me bastan unos pocos ejemplos: una pequeña ciudad provinciana, repleta de funcionarios (los “godos”), con dos ríos, fundada presuntamente por los griegos, enfrentada a la ciudad vecina Villasanta de la Estrella (a.k.a. Vigo)… el loro del boticario (de Perfecto Feijoo a Perfecto Reboiras en la novela), la basílica financiada por el gremio de mareantes…

La Tabla Redonda
puede estar inspirada en las tertulias pseudo-literarias que existían a finales del siglo XIX, que dieron esplendor a los carnavales de Pontevedra inventándose al Rey Urco en 1877, o que se sacaron de la manga la fundación de la ciudad por el mítico Teucro (un héroe de la Ilíada): “Fundote Teucro valiente…”, como se puede leer en la fachada del Ayuntamiento (gracias por la foto, Dinintel). Para saber más recomiendo leer De mi viejo carnet, de Prudencio Landín Tobío, editado por la Diputación.

Pero me estoy yendo por las ramas. La saga/fuga de J. B., aunque divertidísimo, no es una lectura fácil (texto corrido sin puntos y aparte, constantes desvíos en la acción…), y debido a su abundancia en hechos y personajes recomiendo tener a mano lápiz y papel para anotar; yo no lo hice y tuve que volver atrás en la lectura un par de veces para enterarme. Está de más que diga que el esfuerzo vale muchísimo la pena, pero si queréis contrastar mi opinión, os ofrezco la del anónimo censor al que le tocó revisar la obra antes de su publicación:

«De todos los disparates que el lector que suscribe ha leído en este mundo, éste es el peor. Totalmente imposible de entender, la acción pasa en un pueblo imaginario, Castroforte del Baralla, donde hay lampreas, un cuerpo Santo que apareció en el agua, y una serie de locos que dicen muchos disparates. De cuando en cuando, alguna cosa sexual, casi siempre tan disparatada como el resto, y alguna palabrota para seguir la actual corriente literaria.

Este libro no merece ni la denegación ni la aprobación. La denegación no encontraría justificación, y la aprobación sería demasiado honor para tanto cretinismo e insensatez. Se propone se aplique el SILENCIO ADMINISTRATIVO.»


miércoles, 26 de diciembre de 2007

Ciao, Verona

En el Babelia del pasado 3 de noviembre se publicaba este cuento inédito de Julio Cortázar, íntimamente relacionado con otro cuento suyo, Las caras de la medalla, que también he releído para la ocasión. Ambos relatos tienen mucho de autobiográfico, y el propio Cortázar confesaba en una carta, a propósito de Ciao, Verona: “fue tan duro de escribir como el otro”.

Las caras de la medalla
trata de los desencuentros amorosos entre dos compañeros de trabajo, Mireille y Javier (alter-ego del autor). Aunque Cortázar juega a despistar con los puntos de vista narrativos, es la voz de Javier la que narra, es Javier quien decide escribir sobre el fracaso de su relación con Mireille para, de alguna manera, exorcizarlo.

Ciao, Verona
es la réplica de Mireille al relato escrito por Javier/Cortázar, relato al que hace referencia en un juego metaliterario. Mireille, que aprecia la amistad de Javier, acepta citarse con él nuevamente en Verona, para hablar del fracaso de sus encuentros anteriores y desvelarle el secreto que guarda y que les impide unirse.

Usando la misma metáfora de Cortázar, ambos cuentos son las caras de una misma medalla, dándose la espalda pero a la vez indisolublemente unidos, aunque sus lectores hayamos tenido que esperar treinta años para comprobarlo.

martes, 27 de noviembre de 2007

El nadador

Hace unos meses comentaban en solodelibros que los escritores estadounidenses carecen de profundidad, que son “como un caramelo”: gustan pero no sacian. No sé tanto de literatura como para juzgar si la afirmación es cierta, pero de entrada no soy partidario de generalizar. Es cierto que hay tendencia a considerar que los narradores norteamericanos se centran en la acción, y los europeos en el personaje y sus interioridades. Pero ni todos los escritores gringos son Dan Brown, ni todos los europeos Marcel Proust, y en cualquier caso supongo que lo ideal sería buscar el equilibrio entre amenidad y profundidad.

He pensado en ello mientras leía estos dieciséis cuentos que John Cheever -americano de padre inglés- publicó en el New Yorker. Cheever retrata la sociedad del bienestar, la clase media americana de los años sesenta, de una forma muy amena pero que hace pensar al lector. Sus personajes lo tienen todo para ser felices, pero sus vidas se han convertido en algo que no esperaban: les domina el aburrimiento, la soledad, la melancolía, el “¿cómo he acabado yo así?” que tratan de mitigar con alcohol, infidelidades o huidas hacia delante. El autor no se recrea en el patetismo, y consigue que esos burgueses desencantados nos resulten simpáticos y cercanos, apoyándose en un fino sentido del humor. Algunos de los que más he disfrutado:

El brigadier y la viuda del golf
. El matrimonio Pastern posee una bonita casa en los suburbios, y un refugio antiatómico en el jardín.

Una culta mujer americana. La mujer del título, culta y de fuerte carácter, se ha casado con un jugador de fútbol americano al que trata de dominar.

El nadador. El relato más famoso de Cheever, llevado al cine con Burt Lancaster en el papel del nadador que atraviesa todo el condado hasta su casa, nadando de piscina en piscina.

La bella lingua
, Clementina y Una mujer sin país hablan de la relación de los opulentos (pero catetos) americanos con la empobrecida (pero esplendorosa) Italia, y viceversa. Un tema que Cheever parecía conocer bien y que asoma en otros relatos.

La profesora de música
. Con buenas dosis de su particular humor, narra la clave secreta para recuperar la felicidad conyugal.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Viviendo del cuento

El título de éste libro de Juanjo Sáez hace referencia a esas profesiones tan guays y que tanto éxito tienen en los ambientes modernillos: diseñador de lo que sea, D.J., articulista de tendencias… Es un mundo que Sáez conoce bien, y a la vez que repasa sus primeros diez años de profesión, ajusta cuentas con la Barcelona indie de los noventa, cuando los bares pasaron a llamarse “clubs” y los jóvenes se vestían “diferente”, pero todos iguales. El preludio de lo que hoy se conoce como “efecto Barcelona”.

Se lee de un tirón, a ratos es divertido, y uno acaba indignado con todo ese borreguismo y falta de criterio que retrata. Pero, personalmente, este es un autor con el que me cuesta conectar, y como los temas que trata (la “modernez” y su propia biografía) no me interesan demasiado, no tardaré en olvidarlo. Sin duda, me quedo con su siguiente obra, de la que ya he hablado por aquí, El Arte: conversaciones imaginarias con mi madre.

martes, 13 de noviembre de 2007

La invención de Morel

Siempre que se habla de esta novela de Adolfo Bioy Casares, suelen recordarse las elogiosas palabras que le dedicó su amigo Borges en el prólogo: “no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta”. Ante esto, poco cabe añadir. Y aunque Borges y Bioy fueran íntimos amigos y cómplices, no creo que se pueda discutir esa afirmación: la obra es brillante y carece de fisuras en su argumento. Es, sobre todo, un libro muy inteligente (algo que B & B disfrutaban mucho), y contiene dentro de su brevedad (poco más de cien páginas) más material para la reflexión que muchos gruesos volúmenes que circulan por ahí.

El narrador, un fugitivo de la justicia, se esconde en una lejana isla abandonada. Pero un día descubre que ya no está solo: unos extraños turistas se han instalado en la isla. Espiándolos se encontrará con muchos misterios, con un amor imposible… y con la invención de Morel. Si queréis más datos, aquí lo explican todo.

viernes, 26 de octubre de 2007

Brujería, estructura social y simbolismo en Galicia

Como advierte la contraportada, éste no es un libro frívolo sobre brujería, sino una exhaustiva investigación antropológica de Carmelo Lisón Tolosana, que desde 1964 hasta 1976 (más intensamente los primeros años), recorrió toda Galicia con su magnetófono recopilando las experiencias de los vecinos de incontables aldeas en relación a este tema.

Tras una introducción histórica (casos de brujería en Galicia juzgados por la Inquisición) y otra antropológica, el grueso del libro se divide en el estudio de tres aspectos de la bruja: la bruxa, la sabia, y la meiga, siendo esta última acepción la que recoge el sentido negativo de la palabra: bruja como causante de daños, mal de ojo, etc., aunque el propio Lisón Tolosana advierte que estas palabras pueden usarse de forma indistinta según los lugares o las gentes que la empleen.

Algunas de las causas del fenómeno las encuentra el autor en la distribución geográfica de la población, diseminada en pequeñas aldeas mal comunicadas, a las cuales el médico podía tardar días en llegar. No es de extrañar que los vecinos aquejados de un mal recurriesen a la medicina tradicional de las brujas.

Otro factor importante fue la sempiterna emigración: gente que volvía de América con conocimientos “mágicos” de adivinación, cartomancia… que ponían al servicio de la comunidad para ganarse la vida, ya que a su regreso se les veía como extraños, lo cual dificultaba su integración pero añadía credibilidad y “exotismo” a sus ritos.

Pero sin duda el factor fundamental es la envidia entre vecinos, y la necesidad de un chivo expiatorio (un concepto fascinante) al que culpar de las enfermedades, de las malas cosechas, de los desengaños amorosos… así que, además de "haberlas haylas", "si no existieran, tendríamos que inventarlas"...


lunes, 22 de octubre de 2007

Lo mejor que le puede pasar a un cruasán

Pablo Tusset logró en 2001 convertir su primera novela en un best-seller, que un año después fue adaptada al cine y protagonizada por Pablo Carbonell.

El protagonista de la obra es otro Pablo, Pablo Miralles, al que me fue inevitable ponerle la cara del escritor (en la edición que leí, de Círculo, hay una foto suya en la contraportada). También conocido como Baloo, es la oveja negra de su burguesa familia: gordo, aficionado a las drogas, vago, putero… pero cuando su hermano -todo lo opuesto a él- desaparece, Pablo se lanza a investigar, y sus pesquisas le llevan a recorrer, entre porros y vichoff (vodka con agua de Vichy), una Barcelona de clubs muy privados, extraños restaurantes y casas misteriosas.

La trama policíaca es una excusa para analizar la personalidad de Pablo Miralles, un personaje que recuerda mucho al inolvidable Ignatius Reilly. Vicioso, pero con inquietudes intelectuales, aficionado a Internet (parece ser que Tusset trabaja, o trabajaba, como informático), prepotente y espíritu libre, aunque dependa económicamente de su familia.

El libro cumple su función de entretener y su lectura es amena, pero tiene altibajos, y me ha parecido una novela hecha con intención de gustar. Lo cual no tiene nada de malo, mientras no se note, y aquí se nota que el autor quiere “quedar bien”, difundir algunas de sus propias ideas y facturar un producto de éxito. Objetivo conseguido, pero…

lunes, 8 de octubre de 2007

Cosmos

Novela de Witold Gombrowicz (1904-1969), un polaco que bebe de la tradición vanguardista y de la novela psicológica, y que ha influido mucho a escritores en español debido a su largo exilio en Argentina. Le tenía ganas a este autor, así que no me lo pensé mucho cuando encontré de saldo esta edición en tapa dura y traducida por Sergio Pitol por tan sólo 1,80 miserables euros.

El hallazgo de un gorrión colgado de una rama desencadena una serie de hechos en apariencia triviales, pero que en la mente del protagonista-narrador se convierten en obsesión, y le empujan a participar en extraños juegos de correspondencias, cada vez más inquietantes.

Aunque el propio autor define a su novela como “policíaca”, la etiqueta se le queda muy corta. Por un lado, disecciona la vida de una casa de huéspedes burguesa, cuyos habitantes y sus patéticas vidas quedan expuestas sin piedad: las relaciones humanas, muchas veces crueles, y esas máscaras que nos vestimos cada mañana y nos ocultan de los demás.

Por otra parte, el protagonista se esfuerza por dar forma al caos de la realidad en su cabeza, llegando a conclusiones absurdas en su mayoría, pero que no dejan de tener una cierta lógica: esa lógica que nos lleva a contar las baldosas de la pared, o a ver la cara de la Virgen en una mancha de humedad. Así de raros somos, y así nos lo cuenta este libro.

sábado, 25 de agosto de 2007

Cara de plata

Aunque escrita en último lugar (1922), según la cronología de los textos es la primera de las tres Comedias Bárbaras de Ramón del Valle-Inclán, uno de mis escritores favoritos del que ya he hablado por aquí. A esta obra le siguen Águila de Blasón (1907) y Romance de Lobos (1908), que junto a otra joya, Divinas Palabras, conforman lo que los expertos llaman ciclo mágico, o mítico, del teatro de Valle.

En el marco de una Galicia rural de finales del siglo XIX, las Comedias Bárbaras narran la decadencia de los Montenegro, una familia de hidalgos poseída por pasiones desaforadas, cuyo mundo está a punto de desaparecer y del que Valle pudo ser testigo en su juventud. En sus propias palabras:

“He asistido al cambio de una sociedad de castas… y lo que vi no lo verá nadie. Soy el historiador de un mundo que acabó conmigo. Ya nadie volverá a ver vinculeros y mayorazgos. Y en este mundo que yo presento de clérigos, mendigos, escribanos, putas y alcahuetas, lo mejor –con todos sus vicios– eran los hidalgos, lo desaparecido.”


Una trivial disputa (el paso por los terrenos del castillo) motiva el enfrentamiento del caballero Juan Manuel Montenegro con el abad de la parroquia: la hidalguía frente al clero, los dos estamentos más poderosos de la época retratados por personajes cargados de intensidad, exagerados pero creíbles, como es habitual en el escritor arousano. Junto a ellos, “el pueblo llano”: Fuso Negro, el loco vagabundo; el sacristán, que es el “perro” del abad (son frecuentes las “animalizaciones” o “deshumanizaciones” en Valle); Pichona la Bisbisera, feriante y echadora de cartas…

Difícilmente representable, como buena parte de su teatro, es el primer intento de seguir en España las corrientes dramáticas modernas que llegaban de Europa, como el teatro simbolista. Así, Valle se aleja de los esquemas clásicos, el espacio escénico tradicional se le queda pequeño, como nos demuestran sus alucinantes y poéticas acotaciones, que leídas hoy nos hacen pensar inmediatamente en el cine antes que en el teatro. En mi caso, mientras leía he pensado que la animación (estilo Tim Burton) podría hacer maravillas con sus obras.

Otro rasgo típico en Valle es su lenguaje, un castellano potentísimo que busca la expresión más enfática mediante palabras hoy en desuso, que pueden hacer ardua su lectura (manía de Austral de poner el glosario al final del libro, en lugar de notas a pie de página), pero decididamente vale la pena el esfuerzo. A estas hay que sumar los frecuentes galleguismos, aunque en mi caso estos son muy disfrutables, porque me recuerdan a las expresiones que usa mi abuela (“arrenegado sea o demo”, por ejemplo) y me encantan.


lunes, 20 de agosto de 2007

Odisea

Después de diez años de guerra en Troya, y diez más de viaje de vuelta llenos de aventuras, el héroe Odiseo regresa a Ítaca para reencontrarse con su mujer Penélope y su hijo Telémaco. Pero en su ausencia han sido muchos los que se han establecido en su palacio para pedir la mano de Penélope, y Odiseo deberá luchar para recuperar el trono y a su familia.

Es incalculable la influencia que ha tenido esta obra en toda la literatura posterior. Baste decir que al poco tiempo de su aparición, tanto la Odisea como la Ilíada se consideraban ya obras maestras, y eran analizadas al detalle por los expertos de la época.

Un misterio que nunca se ha aclarado es el de su autoría, ya que ambas obras son muy diferentes entre ellas. Hay teorías para todos los gustos: por ejemplo, Robert Graves en Los Mitos Griegos afirma (apoyando a Samuel Butler) que es casi seguro que el autor de la Odisea fue una mujer, basándose en que su estilo “ligero, humorístico, ingenuo y vivo” es claramente femenino. Es una idea, pero parece ser que los estudios más recientes defienden la teoría de “un solo autor” para los dos poemas, el Homero (masculino) de siempre, un autor que se sitúa en el punto de inflexión entre la literatura oral anterior y la inminente literatura escrita.

La Odisea es un libro más moderno, en su lenguaje y en sus temas, que la Ilíada. No se limita a exaltar el ardor guerrero, aquí hay amor, intriga, humor, emoción, violencia… es más popular, puedo imaginar al primitivo auditorio que escuchaba estas historias, maravillado, haciendo preguntas, llorando y riendo con las peripecias de los personajes.

En la Ilíada se nos narra un solo episodio de la guerra de Troya, linealmente y con pocos cambios de escenario (Troya y alrededores), en el tono épico de las grandes gestas. La Odisea, en cambio, recorre muchos lugares, reales e imaginarios, y aunque nunca se aparta del tema principal (la vuelta a casa del héroe y su enfrentamiento con los pretendientes), intercala diversos folk-tales, que ya debían ser viejos en el momento que Homero compuso su obra, narrados en tercera persona, o bien en primera por Odiseo: así, su encuentro con los lotófagos, con el cíclope Polifemo, el episodio de las sirenas… A diferencia de los héroes de la Ilíada, los personajes son aquí más cercanos, más “humanos” en sus deseos y sus miserias. Empezando por Odiseo, un protagonista perfectamente definido, astuto, racional, seductor, buen camarada y gran contador de historias.

Pese a todo, hay múltiples similitudes entre las dos obras, como las repeticiones formulares (“la aurora de rosáceos dedos”), las metáforas, o los constantes sacrificios a los dioses y la intervención de éstos en los asuntos humanos.

Por último, y como curiosidad, decir que según el autor de la Guía de Lectura de ésta edición (Austral), la isla de Ogigia, en la que Calipso retiene a Odiseo durante años, no es otra que… ¡”nuestro” islote Perejil! Al final sí valía la pena reconquistarlo (ja)… qué cosas…


jueves, 16 de agosto de 2007

Las estrellas mi destino

La nave de carga Nomad es atacada, y Gulliver Foyle, un anodino mecánico de segunda, es el único superviviente. Flota en el vacío con los restos de la nave durante meses, sin esperanzas y al límite de la locura, hasta que divisa a lo lejos una nave terráquea que puede ser su salvación. Pero a pesar de haberle visto, la nave Vorga pasa de largo, y convierte al vulgar Foyle en un moderno conde de Montecristo, que ya sólo vivirá por y para la venganza, valiéndose de todos los medios a su alcance para lograrla.

Hacía años que quería leer este libro de Alfred Bester, todo un clásico de la ciencia ficción, y no me ha defraudado. Conocida también con el título ¡Tigre, tigre!, la novela engancha desde el primer párrafo con un ritmo trepidante y muy cinematográfico (Bester también escribió cómics y seriales radiofónicos). La acción avanza sin tregua haciendo gala de una imaginación desbordante: telepatía, teleportación, mutaciones, guerras interestelares… recursos ya trillados en su época (fue publicada en 1956), pero que aquí aparecen renovados y consiguen sorprender una vez más. Sus valores literarios son discretos, pero suficientes, y se compensan con su voluntad de innovar y el encanto pulp que posee. Una obra amenísima y muy recomendable.


sábado, 28 de julio de 2007

Antología del cuento triste

Si un buen cuento concentra toda la vida, y la vida es esencialmente triste, un buen cuento será siempre un cuento triste. Partiendo de este lógico enunciado, Augusto Monterroso y Barbara Jacobs recopilan en este volumen una buena muestra de cuentos americanos y europeos unidos por la tristeza. Aunque los veinticuatro relatos poseen un altísimo nivel literario (Melville, Flaubert, Joyce, Onetti…), destacaría estos:

-Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, que ya conocía. El personaje de Bartleby, con su “preferiría no hacerlo”, se ha convertido en un icono moderno, precursor del existencialismo y el absurdo. Es un cuento muy ameno, que se empieza con una sonrisa y se termina con una mueca de perplejidad.

-¡Adiós, Cordera! de Clarín, lo había leído en el instituto. Es muy emotivo, la lucha estéril de dos hermanos frente a los inevitables cambios que les arrebatan su paraíso infantil.

-La cigarra, de Anton Chéjov. Es el segundo cuento que leo de este autor, y los dos me han encantado, pronto me haré con más obras suyas. Critica el mundillo del arte y el afán por destacar, valiéndose de una odiosa protagonista.

-Yzur, de Leopoldo Lugones. ¿Por qué los monos no hablan? Para mezclarse con los humanos lo menos posible (demostrando así su inteligencia).

-Los dos de Thomas Mann, Tobias Mindernickel y El pequeño señor Friedemann no son de los que más he disfrutado por su estilo, pero eso sí, destilan amargura y son tristes hasta la crueldad.

-El canario, de Katherine Mansfield, resume a la perfección el tono de la antología: una mirada a la tristeza cotidiana, entrañable y con un último párrafo genial.

-La gran rubia. Dorothy Parker, con su lengua afilada de siempre, nos habla de una mujer abandonada, primero por un hombre y después por sí misma.

-Miss Zilphia Gant, de Faulkner, es quizá el cuento que más me impresionó de todos. Una historia durísima de madre posesiva e hija que no puede escapar a su herencia. Brillante.

-Un sueño realizado, de Onetti. Un cuento complejo sobre el teatro y los sueños, ficciones dentro de ficciones, en el que los personajes escenifican una extraña variante de Hamlet.

-Luvina, famoso cuento de Juan Rulfo en el que se anticipa el pueblo de Comala de Pedro Páramo, un pueblo muerto, sin esperanza y triste, claro, muy triste.


lunes, 9 de julio de 2007

Ilíada

Parafraseando a Napoleón: desde estas páginas, casi treinta siglos nos contemplan. De la obra de Homero (o de los poetas/compiladores que hoy conocemos con ese nombre) parte la épica griega, y sirve de prólogo a toda la literatura que vendrá: la novela, el teatro… es decir, buena parte de la cultura occidental. Así se entienden muchas cosas, sobre todo la afición por pelearnos (aunque no es patrimonio de Occidente), ya que la Ilíada es, sobre todo, un poema de guerra en el que se exalta el valor, la amistad y el honor entre soldados. Pero esto de poco vale si los dioses no están de su lado, pues ellos deciden los actos humanos manejando el destino de los hombres a su antojo. Como dice Zeus en algún momento: no hay sobre la tierra especie más miserable que la especie humana.

El poema empieza y termina in medias res, narrando un solo episodio del largo asedio a Troya, pues los oyentes de la época conocían sobradamente la historia. En ciclos épicos posteriores (no homéricos) se amplía la narración con otros episodios: el caballo de Troya, el talón de Aquiles, el saqueo… que en mi ignorancia esperaba encontrarme aquí. Pero a falta de éstos, abundan otros míticos momentos: la lucha en torno al cadáver de Patroclo, la angustia de Príamo, o las intervenciones de los dioses, que en ocasiones son delirantes. Y es que aunque la obra es fundamentalmente trágica y violenta, hay también momentos para la comedia o la ternura. El autor conoce a su público y es muy hábil dosificando la acción, con el enorme mérito añadido de estar inventando técnicas como el ritmo dramático, el desarrollo de personajes y otras innovaciones que se han convertido en piedra angular de la literatura.

Las constantes metáforas, las fórmulas repetidas (Hera de ojos de novilla, Aquiles de pies veloces, etc.) nos recuerdan el origen oral de sus cantos. He hojeado otras ediciones, y ésta de Cátedra (de Antonio López Eire) me parece excelente, muy legible. Al haber optado por el verso no sólo se acerca más a la redacción original, sino también a la oralidad que en principio tenía el texto. En las notas, no evita redundar en datos ya repetidos si cree que pueden ayudar a comprender mejor el texto, lo que se agradece. Si además es, como dice la contraportada, una traducción “muy literal”, miel sobre hojuelas (qué expresión más cursi, ¿no?).

lunes, 4 de junio de 2007

La señorita Julia

Es la obra más conocida del sueco August Strindberg (1849-1912), considerada precursora del teatro moderno y primera obra naturalista de la dramaturgia sueca. La biografía del autor es muy interesante, salpicada por la bohemia, problemas mentales, una extraña relación con el sexo femenino y la admiración ambivalente que sus compatriotas (no siempre) le rindieron.

Durante las celebraciones de la noche mágica de San Juan, entre la señorita Julia y su criado Juan se inicia un juego de seducción que es llevado al extremo. Strindberg se vale de esta situación para hablar de las diferencias entre clases sociales, también de los irrefrenables instintos humanos, y de una época de cambios en la que se estaban rompiendo los antiguos moldes sociales. Para ello profundiza en la psicología de los personajes, que no son de una pieza, sino ambiguos, influidos por varios factores, basculando entre los viejos y los nuevos tiempos.

Así, los actos de la señorita Julia vienen condicionados por la educación que recibió de sus padres y por haber sido abandonada por su anterior novio, pero también por la excitación del baile de esa noche, el olor de las flores o porque tiene la regla, como nos dice Strindberg en el prólogo. Las conversaciones son también lo más reales posibles, con sus (aparentes) banalidades, divagaciones, o dejando un tema de lado momentáneamente para desarrollarlo más adelante.

Por cierto, si no la conocéis, recomiendo leer la obra antes que la introducción y el prólogo del autor, pues en ambos destripan el final.

lunes, 21 de mayo de 2007

Los relatos, 4: Ahí y ahora

Estos relatos de Julio Cortázar me han acompañado durante los últimos tres o cuatro años, hasta que ayer me leí el último cuento del último volumen. Copio un fragmento de la contraportada, que explica el origen de ésta edición (en Alianza Editorial):

Esta recopilación de LOS RELATOS de Cortázar en cuatro volúmenes, ordenada por el propio escritor poco antes de su fallecimiento, sigue criterios de afinidad independientes del orden temporal de su aparición. Los títulos de los volúmenes –“Ritos” (L 5305), “Juegos” (L 5306), “Pasajes” (L 5307) y AHÍ Y AHORA
­apuntan oblicua y a veces irónicamente hacia las líneas de fuerza que organizan esos textos en una nueva estructura significativa.

E
n efecto, éste último libro de sus relatos, el más breve (poco más de cien páginas), gira en torno al tema de las dictaduras militares en Latinoamérica y los intentos por escapar a la tiranía. Cortázar aborda el asunto casi siempre de forma indirecta, con elegancia pero también con firmeza, recordándonos aquello de "homo homini lupus".

Grafitti narra los intentos por comunicarse y protestar bajo la prohibición, con un interesante uso del punto de vista.

Apocalipsis de Solentiname pasa de lo anecdótico a lo terrible, contraponiendo la vida en Sudamérica al aburguesamiento europeo.

En Segunda vez un vulgar trámite burocrático se convierte en la promesa de un angustioso futuro. Mi favorito junto a Satarsa y La escuela de noche.

Recortes de prensa es el más literal: uno de los recortes de los que habla el título es real y describe la impotencia de una madre que intenta saber de su familia desde el exilio.

Satarsa es muy fuerte: la caza de ratas gigantes y la caza de hombres es sobrecogedora, esos chillidos de las ratas se te clavan en el cerebro.

Alguien que anda por ahí trata de la revolución cubana. Creo que se me escapa algo del significado político de este cuento.

La escuela de noche es un desmadre divertidísimo y a la vez tristísimo, una maravilla.

Pesadillas trata directamente el tema de la dictadura en Argentina y la eliminación de subversivos. El cuento más triste de los nueve.

La noche de Mantequilla es una historia de suspense ambientada en el boxeo, un tema muy querido por Cortázar.

Por poner alguna pega, echo en falta una nota que indique a qué libro perteneció originalmente cada cuento. Esta y otras informaciones pueden encontrarse en su (excelente) web oficial.


lunes, 14 de mayo de 2007

El Arte: Conversaciones imaginarias con mi madre

Este es un libro difícil de clasificar: un ensayo sobre arte moderno autobiográfico con dibujos, diría yo (por decir algo). Juanjo Sáez nos explica su concepción del arte moderno de forma muy sencilla, para que gente como su madre pueda entender a Picasso o Miró sin decir la famosa frase: "esto lo pinta un niño de tres años". Su punto de vista es original y nada académico, tiene las cosas claras y da su opinión sobre autores como Warhol, Calder, Tápies… sin tapujos, lo que considera "bueno", "malo" o "una estafa", y eso tiene su mérito. Al mismo tiempo, creo que aprovecha su postura hacia el arte para justificar ese dibujo suyo tan "personal", por usar una palabra suave. Además homenajea a su madre y vende un montón de libros. Pues… con un par, si señor.

Entre análisis y análisis, salpican la obra fragmentos autobiográficos a los que a veces no acabo de encontrarles el sentido dentro del libro, y que, salvo excepciones, me parecen su punto más flojo.

En conjunto, me ha gustado. Pueden disfrutarlo tanto recién llegados como iniciados en esto del arte, se lee de un tirón y se aprende, o al menos se reflexiona, lo que ya es mucho.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Antología de la lírica griega arcaica

Sigo con los griegos, en este caso con sus primeros poetas conocidos: Arquíloco, Hiponacte, Safo, Anacreonte, Píndaro… hasta un total de diecinueve autores reunidos en este breve librito, en el que la introducción y las pequeñas biografías introductorias a cada autor ocupan casi la mitad del texto; no obstante, son lo menos sesudas que se puede ser en estos casos, y se leen con interés. El antólogo, Emilio Suárez de la Torre, sólo pretende un acercamiento por parte del lector al mundo arcaico, los fragmentos son breves y escogidos por su significación o importancia, ya sea por describir rituales o situaciones de la vida cotidiana, o por su propio valor poético o histórico.

En cuanto a los poemas, ya se nos advierte que en esa época su finalidad era sobre todo funcional antes que estética: apelar a los dioses, ensalzar a un atleta, satirizar a alguien… Podían interpretarse individualmente o acompañados de un coro, pero casi siempre con música, y en dos marcos especialmente: la fiesta popular o el simposio.

Esta funcionalidad no los priva de belleza, o al menos del encanto de lo muy antiguo, es sorprendente descubrir temas sobre los que se ha tratado infinitas veces a lo largo de los siglos. Pero su origen está aquí. Otra cosa que me fascina es que las inquietudes de hace veintipico siglos fueran tan similares a las de hoy en día: criticar a los gobernantes, echar un polvo, reírse de los demás…


Como pequeña muestra, os copio un ejemplo en el que Arquíloco (siglo VII a.C.) pasa en pocos versos de la brutalidad a la ternura:


¡Apártamela a los cuervos! Que eso no…

que yo, con una mujer de esa calaña,

sea en el hazmerreír de los vecinos;

con mucho a ti te prefiero,

pues tú no eres infiel ni tienes doblez,

mientras que ella es mucho más tornadiza

y a muchos hace amigos suyos;

tengo miedo de engendrar hijos ciegos y prematuros

por su afán acuciado,

tal como hacen las perras”.

Tales fueron mis razones; y tomé a la joven

y la hice echarse entre esplendorosas flores.

La cubrí con mi suave manto

mientras rodeaba su cuello con mis brazos,

agitada de temor cual cervatillo,

y puse mis manos con dulzura sobre sus pechos

[por donde] dejó ver la frescura de su piel,

encanto de su juventud,

y abrazando su hermoso cuerpo,

expulsé mi blanco vigor, al tiempo que rozaba su rubio [cabello]


martes, 1 de mayo de 2007

Día del Trabajo

¿Qué es la vida? La vida es todo eso que te pasa… cuando no estás trabajando.

¿Anónimo? Yo se lo escuché hace unos años a un cantante llamado Benito Malasangre



Ya que el otro día fue el Día del Libro, y hoy es el Día del Trabajo, aprovecho para fusionarlos y recomendar un Libro sobre el Trabajo: Derecho a la Pereza, de Paul Lafargue.