Tenía muchas ganas de leer a Dick, y hace unos años me inicié con ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? No me gustó. Apenas encontré el germen para Blade Runner, nada más, no me pareció sino un cuento largo “regular”.
Probé de nuevo con Ubik, y la sensación mejoró, comprendí su importancia dentro del género de ciencia ficción; es un buen libro, pero la impresión que me dejó no fue la del escritor de culto e influyente de que Dick tiene fama y que yo esperaba.
Esto y mucho más lo encontré en Una mirada a la oscuridad. Un libro perturbador, sobre un grupo de toxicómanos y sus relaciones con la policía y con la droga (la potente sustancia D). Aquí, como en Ubik, se desdibuja la línea entre realidad y ficción (un recurso narrativo que disfruto mucho), pero también entre identidades, entre policías, traficantes y consumidores. El protagonista es un policía de narcóticos llamado Fred, que se infiltra en el mundo de las drogas como Bob. O un yonki llamado Bob que trabaja también como policía con el nombre de Fred.
El libro es un viaje, un viaje de algo fuerte, un viaje alucinado a través de paranoias, teorías conspirativas (que a veces se confirman), largas charlas absurdas, el síndrome de abstinencia… el mundo del yonki, en definitiva, extraído de la experiencia personal de Dick. Una historia dramática sobre personajes que, como se nos dice, pagaron muy caro su pequeño pecado, y merecieron mejor suerte. Pero es también una bizarra historia de amor y amistad entre seres sin esperanza, que siguen tocando mientras se hunden, como los músicos del Titanic.
Ahora si, Philip K. Dick me ha conquistado.
Probé de nuevo con Ubik, y la sensación mejoró, comprendí su importancia dentro del género de ciencia ficción; es un buen libro, pero la impresión que me dejó no fue la del escritor de culto e influyente de que Dick tiene fama y que yo esperaba.
Esto y mucho más lo encontré en Una mirada a la oscuridad. Un libro perturbador, sobre un grupo de toxicómanos y sus relaciones con la policía y con la droga (la potente sustancia D). Aquí, como en Ubik, se desdibuja la línea entre realidad y ficción (un recurso narrativo que disfruto mucho), pero también entre identidades, entre policías, traficantes y consumidores. El protagonista es un policía de narcóticos llamado Fred, que se infiltra en el mundo de las drogas como Bob. O un yonki llamado Bob que trabaja también como policía con el nombre de Fred.
El libro es un viaje, un viaje de algo fuerte, un viaje alucinado a través de paranoias, teorías conspirativas (que a veces se confirman), largas charlas absurdas, el síndrome de abstinencia… el mundo del yonki, en definitiva, extraído de la experiencia personal de Dick. Una historia dramática sobre personajes que, como se nos dice, pagaron muy caro su pequeño pecado, y merecieron mejor suerte. Pero es también una bizarra historia de amor y amistad entre seres sin esperanza, que siguen tocando mientras se hunden, como los músicos del Titanic.
Ahora si, Philip K. Dick me ha conquistado.
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