Por fin he conseguido, con retraso, el primer número de El Manglar (ahora que está por salir el segundo). Tengo la impresión, espero que acertada, de que muchos lectores de cómics hemos puesto grandes esperanzas en este proyecto. Sería tan bonito tener de nuevo una revista en el mercado, huérfano desde la desaparición de El Víbora...
Al menos los creadores han hecho su parte, y muy bien. El diseño, muy cuidado; el precio, justo; el balance entre textos y dibujos, bien; el papel... bueno, no está mal.
Lo mejor de la revista me ha parecido Manel Fontdevila, empezando por su genial portada, siguiendo por su historia de dos páginas, y acabando por su entrevista. Ya le había leído otra, más extensa, en el U dedicado a él, y compruebo que sigue demostrando una lucidez poco común. Me ha gustado especialmente su opinión sobre la comedia y el drama en los cómics: dice que Los Combates Cotidianos, o Blankets, si fueran productos televisivos, se emitirían en Estrenos TV (telefilms dramáticos para amas de casa), mientras que como tebeos son considerados el colmo de la profundización en el alma humana... ¡Jua! ¡Con un par, si señor!
Del resto, destacaría la historia Cosmik Roger, muy divertida.
La de Peeters, interesante siempre, gran dibujo, aunque el guión está un poco cogido por los pelos.
Las dos páginas de Sergio Córdoba están muy bien. ¿Cómo se llamaba aquélla historia que le dio a conocer, generacional, pretenciosa, infumable...? Esto es otra cosa.
Doble Sesión, de Carlos Vermut, me gustó también, pero por alguna razón el argumento me dio la sensación de “ya leído”...
La página de Mauro Entrialgo, en su línea, excelente.
Pero la mejor historia de éste número es, sin duda, Ben Qutuz Brothers, de Emile Bravo, un autor que no conocía. Es una historia sin palabras sobre dos chicos palestinos en territorio ocupado (el subtítulo es La Tierra de la Frustración). Destila amargura, pero con mucho y buen humor, nos muestra lo irracional de las personas y lo poco que podemos hacer para cambiar esto. En diez páginas y sin palabras nos narra una historia para la que otros necesitan una novela de doscientas. Una pequeña maravilla.
Y éste es mi balance, positivo y esperanzador. Ahora sólo queda esperar que funcione, que vendan todo lo posible, que la periodicidad cambie a mensual... total, si se mantiene en los quioscos la revista de Ana Rosa o la Men’s Health algún hueco habrá para el aficionado a los tebeos, ¿no? Parece un buen momento, ahora que se habla de cómics en los periódicos, en la tele, el cine... en fin, que buena suerte, yo la seguiré comprando y recomendando.
Al menos los creadores han hecho su parte, y muy bien. El diseño, muy cuidado; el precio, justo; el balance entre textos y dibujos, bien; el papel... bueno, no está mal.
Lo mejor de la revista me ha parecido Manel Fontdevila, empezando por su genial portada, siguiendo por su historia de dos páginas, y acabando por su entrevista. Ya le había leído otra, más extensa, en el U dedicado a él, y compruebo que sigue demostrando una lucidez poco común. Me ha gustado especialmente su opinión sobre la comedia y el drama en los cómics: dice que Los Combates Cotidianos, o Blankets, si fueran productos televisivos, se emitirían en Estrenos TV (telefilms dramáticos para amas de casa), mientras que como tebeos son considerados el colmo de la profundización en el alma humana... ¡Jua! ¡Con un par, si señor!
Del resto, destacaría la historia Cosmik Roger, muy divertida.
La de Peeters, interesante siempre, gran dibujo, aunque el guión está un poco cogido por los pelos.
Las dos páginas de Sergio Córdoba están muy bien. ¿Cómo se llamaba aquélla historia que le dio a conocer, generacional, pretenciosa, infumable...? Esto es otra cosa.
Doble Sesión, de Carlos Vermut, me gustó también, pero por alguna razón el argumento me dio la sensación de “ya leído”...
La página de Mauro Entrialgo, en su línea, excelente.
Pero la mejor historia de éste número es, sin duda, Ben Qutuz Brothers, de Emile Bravo, un autor que no conocía. Es una historia sin palabras sobre dos chicos palestinos en territorio ocupado (el subtítulo es La Tierra de la Frustración). Destila amargura, pero con mucho y buen humor, nos muestra lo irracional de las personas y lo poco que podemos hacer para cambiar esto. En diez páginas y sin palabras nos narra una historia para la que otros necesitan una novela de doscientas. Una pequeña maravilla.
Y éste es mi balance, positivo y esperanzador. Ahora sólo queda esperar que funcione, que vendan todo lo posible, que la periodicidad cambie a mensual... total, si se mantiene en los quioscos la revista de Ana Rosa o la Men’s Health algún hueco habrá para el aficionado a los tebeos, ¿no? Parece un buen momento, ahora que se habla de cómics en los periódicos, en la tele, el cine... en fin, que buena suerte, yo la seguiré comprando y recomendando.
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