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El hallazgo de un gorrión colgado de una rama desencadena una serie de hechos en apariencia triviales, pero que en la mente del protagonista-narrador se convierten en obsesión, y le empujan a participar en extraños juegos de correspondencias, cada vez más inquietantes.
Aunque el propio autor define a su novela como “policíaca”, la etiqueta se le queda muy corta. Por un lado, disecciona la vida de una casa de huéspedes burguesa, cuyos habitantes y sus patéticas vidas quedan expuestas sin piedad: las relaciones humanas, muchas veces crueles, y esas máscaras que nos vestimos cada mañana y nos ocultan de los demás.
Por otra parte, el protagonista se esfuerza por dar forma al caos de la realidad en su cabeza, llegando a conclusiones absurdas en su mayoría, pero que no dejan de tener una cierta lógica: esa lógica que nos lleva a contar las baldosas de la pared, o a ver la cara de
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