Novela de Witold Gombrowicz (1904-1969), un polaco que bebe de la tradición vanguardista y de la novela psicológica, y que ha influido mucho a escritores en español debido a su largo exilio en Argentina. Le tenía ganas a este autor, así que no me lo pensé mucho cuando encontré de saldo esta edición en tapa dura y traducida por Sergio Pitol por tan sólo 1,80 miserables euros.
El hallazgo de un gorrión colgado de una rama desencadena una serie de hechos en apariencia triviales, pero que en la mente del protagonista-narrador se convierten en obsesión, y le empujan a participar en extraños juegos de correspondencias, cada vez más inquietantes.
Aunque el propio autor define a su novela como “policíaca”, la etiqueta se le queda muy corta. Por un lado, disecciona la vida de una casa de huéspedes burguesa, cuyos habitantes y sus patéticas vidas quedan expuestas sin piedad: las relaciones humanas, muchas veces crueles, y esas máscaras que nos vestimos cada mañana y nos ocultan de los demás.
Por otra parte, el protagonista se esfuerza por dar forma al caos de la realidad en su cabeza, llegando a conclusiones absurdas en su mayoría, pero que no dejan de tener una cierta lógica: esa lógica que nos lleva a contar las baldosas de la pared, o a ver la cara dela Virgen en una mancha de humedad. Así de raros somos, y así nos lo cuenta este libro.
El hallazgo de un gorrión colgado de una rama desencadena una serie de hechos en apariencia triviales, pero que en la mente del protagonista-narrador se convierten en obsesión, y le empujan a participar en extraños juegos de correspondencias, cada vez más inquietantes.
Aunque el propio autor define a su novela como “policíaca”, la etiqueta se le queda muy corta. Por un lado, disecciona la vida de una casa de huéspedes burguesa, cuyos habitantes y sus patéticas vidas quedan expuestas sin piedad: las relaciones humanas, muchas veces crueles, y esas máscaras que nos vestimos cada mañana y nos ocultan de los demás.
Por otra parte, el protagonista se esfuerza por dar forma al caos de la realidad en su cabeza, llegando a conclusiones absurdas en su mayoría, pero que no dejan de tener una cierta lógica: esa lógica que nos lleva a contar las baldosas de la pared, o a ver la cara de
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