En este manga, Jiro Taniguchi vuelve a los mismos temas de El almanaque de mi padre: la infancia en los años sesenta (la misma que vivió Taniguchi, y en el mismo pueblo: Tottori), las barreras generacionales, la familia…
Hiroshi, un hombre de negocios de 48 años, se ve misteriosamente devuelto al pasado, a sus catorce años de 1963, pero con sus recuerdos y experiencias de madurez; un viejo sueño que todos hemos tenido alguna vez (y que hemos visto, por ejemplo, en Peggy Sue se casó, de Coppola). Hiroshi se da cuenta que fue por esa misma época cuando su padre les había abandonado, un hecho que conmocionó a toda su familia; así que decide aprovechar esta nueva oportunidad para descubrir las razones que llevaron a su padre a tomar esa decisión, y si puede, impedirlo. Pero al mismo tiempo se aprovecha de su situación, dejándose llevar por su “nueva” vida: saca mejores notas, destaca en los deportes, se liga a la “guapa oficial” del instituto… olvidándose poco a poco de su vida adulta.
El almanaque de mi padre me gustó bastante, pero he disfrutado mucho más con Barrio lejano. Su ritmo es más ágil, y Taniguchi logra involucrar más al lector en la historia, aumentando la tensión a medida que se acerca el día en que el padre se marcha. Por lo demás, este autor vuelve a demostrar su maestría con la expresión facial, los silencios, la creación de ambientes y la dosificación de las emociones. Entre otras cosas.
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