Cuando Lewis Trondheim empezaba a dibujar tebeos, le dijeron que no dominaría el oficio hasta hacer al menos 500 páginas. Así que se sacó de la manga a unos cuantos personajes con los que poder rellenar esas páginas, un puñado de animales antropomórficos al estilo de La Mazmorra que habitan un mundo como de dibujos animados, pero viven situaciones muy humanas. El más destacado es el conejo Lapinot: sus historias van de lo costumbrista a lo fantástico, pasando por homenajes a los clásicos del cómic y la literatura.
En este caso el tono empieza siendo de comedia de enredo para acabar convirtiéndose en una tragedia clásica: trece amigos quedan para celebrar una fiesta, y durante la misma se profetiza que uno de ellos morirá esa noche. A partir de ahí los acontecimientos se precipitan: sin abandonar nunca el tono de comedia, con equívocos y sorpresas, Trondheim aporta intriga, drama, reflexión… todo ello dosificado perfectamente por un guión redondo. Además de superar la dificultad de trabajar con trece personajes a la vez, es magistral cómo alterna lo cotidiano con lo metafísico sin que chirríe ni resulte pedante. Cada una de las cuarenta y cuatro páginas está aprovechada al máximo y se puede leer casi de forma autónoma. Los diálogos son brillantes y el ritmo endiablado, engancha al lector de los pelos y lo conduce hasta un clímax y un final buenísimos.
Por si fuera poco (por menos de 9 euros), el álbum se completa con El Acelerador Atómico, una divertida historia que homenajea las de Spirou y Fantasio, con genio chiflado incluido, y que también vale mucho la pena. Chapeau!
En este caso el tono empieza siendo de comedia de enredo para acabar convirtiéndose en una tragedia clásica: trece amigos quedan para celebrar una fiesta, y durante la misma se profetiza que uno de ellos morirá esa noche. A partir de ahí los acontecimientos se precipitan: sin abandonar nunca el tono de comedia, con equívocos y sorpresas, Trondheim aporta intriga, drama, reflexión… todo ello dosificado perfectamente por un guión redondo. Además de superar la dificultad de trabajar con trece personajes a la vez, es magistral cómo alterna lo cotidiano con lo metafísico sin que chirríe ni resulte pedante. Cada una de las cuarenta y cuatro páginas está aprovechada al máximo y se puede leer casi de forma autónoma. Los diálogos son brillantes y el ritmo endiablado, engancha al lector de los pelos y lo conduce hasta un clímax y un final buenísimos.
Por si fuera poco (por menos de 9 euros), el álbum se completa con El Acelerador Atómico, una divertida historia que homenajea las de Spirou y Fantasio, con genio chiflado incluido, y que también vale mucho la pena. Chapeau!
No hay comentarios:
Publicar un comentario