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En este caso el tono empieza siendo de comedia de enredo para acabar convirtiéndose en una tragedia clásica: trece amigos quedan para celebrar una fiesta, y durante la misma se profetiza que uno de ellos morirá esa noche. A partir de ahí los acontecimientos se precipitan: sin abandonar nunca el tono de comedia, con equívocos y sorpresas, Trondheim aporta intriga, drama, reflexión… todo ello dosificado perfectamente por un guión redondo. Además de superar la dificultad de trabajar con trece personajes a la vez, es magistral cómo alterna lo cotidiano con lo metafísico sin que chirríe ni resulte pedante. Cada una de las cuarenta y cuatro páginas está aprovechada al máximo y se puede leer casi de forma autónoma. Los diálogos son brillantes y el ritmo endiablado, engancha al lector de los pelos y lo conduce hasta un clímax y un final buenísimos.
Por si fuera poco (por menos de 9 euros), el álbum se completa con El Acelerador Atómico, una divertida historia que homenajea las de Spirou y Fantasio, con genio chiflado incluido, y que también vale mucho la pena. Chapeau!
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