Y el hijo de Oileo la cabeza
de un tajo le cortó del tierno cuello,
irritado que estaba por la muerte
de Anfímaco, y, volteando su brazo,
la lanzó cual si fuera una pelota
a través de la masa de enemigos
y, en medio del polvo, fue a caer
ante los pies precisamente de Héctor.
Homero, Ilíada
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