En el Babelia del pasado 3 de noviembre se publicaba este cuento inédito de Julio Cortázar, íntimamente relacionado con otro cuento suyo, Las caras de la medalla, que también he releído para la ocasión. Ambos relatos tienen mucho de autobiográfico, y el propio Cortázar confesaba en una carta, a propósito de Ciao, Verona: “fue tan duro de escribir como el otro”.
Las caras de la medalla trata de los desencuentros amorosos entre dos compañeros de trabajo, Mireille y Javier (alter-ego del autor). Aunque Cortázar juega a despistar con los puntos de vista narrativos, es la voz de Javier la que narra, es Javier quien decide escribir sobre el fracaso de su relación con Mireille para, de alguna manera, exorcizarlo.
Ciao, Verona es la réplica de Mireille al relato escrito por Javier/Cortázar, relato al que hace referencia en un juego metaliterario. Mireille, que aprecia la amistad de Javier, acepta citarse con él nuevamente en Verona, para hablar del fracaso de sus encuentros anteriores y desvelarle el secreto que guarda y que les impide unirse.
Usando la misma metáfora de Cortázar, ambos cuentos son las caras de una misma medalla, dándose la espalda pero a la vez indisolublemente unidos, aunque sus lectores hayamos tenido que esperar treinta años para comprobarlo.
Las caras de la medalla trata de los desencuentros amorosos entre dos compañeros de trabajo, Mireille y Javier (alter-ego del autor). Aunque Cortázar juega a despistar con los puntos de vista narrativos, es la voz de Javier la que narra, es Javier quien decide escribir sobre el fracaso de su relación con Mireille para, de alguna manera, exorcizarlo.
Ciao, Verona es la réplica de Mireille al relato escrito por Javier/Cortázar, relato al que hace referencia en un juego metaliterario. Mireille, que aprecia la amistad de Javier, acepta citarse con él nuevamente en Verona, para hablar del fracaso de sus encuentros anteriores y desvelarle el secreto que guarda y que les impide unirse.
Usando la misma metáfora de Cortázar, ambos cuentos son las caras de una misma medalla, dándose la espalda pero a la vez indisolublemente unidos, aunque sus lectores hayamos tenido que esperar treinta años para comprobarlo.
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