Hoy, día de resaca electoral, muchos nos hemos dedicado a criticar nuestra muy imperfecta democracia: el bipartidismo, lo injusto de la ley electoral… no obstante, hay pueblos que lo tienen mucho peor.
Corea del Norte es un país hermético del que se filtra muy poca información al exterior, por eso este cómic es una de las mejores fuentes de conocimiento sobre su vida cotidiana y la tiranía que soportan sus habitantes. Su autor, el canadiense Guy Delisle, es un dibujante que vivió allí durante dos meses para supervisar un proyecto de animación, y éste es su diario de viaje. Con un dibujo sencillo pero efectivo nos narra su estancia en el último bastión del estalinismo, un país en el que todo se hace para mayor gloria de su líder Kim Il-Sung, casi un dios para los norcoreanos, que viven asfixiados por una omnipresente propaganda y por el miedo a los campos de reeducación.
Delisle no necesita ser excesivamente crítico, le basta desgranar sus anécdotas y observar la situación con su mirada occidental cargada de ironía: las insignias con la cara del líder (obligatorias), las insoportables canciones patrióticas, la uniformidad del pensamiento… para que el lector se haga una idea de (en sus palabras) "hasta qué punto puede manipularse el cerebro de un individuo". Parece que hasta un punto muy alto (y no sólo en Corea del Norte).
Corea del Norte es un país hermético del que se filtra muy poca información al exterior, por eso este cómic es una de las mejores fuentes de conocimiento sobre su vida cotidiana y la tiranía que soportan sus habitantes. Su autor, el canadiense Guy Delisle, es un dibujante que vivió allí durante dos meses para supervisar un proyecto de animación, y éste es su diario de viaje. Con un dibujo sencillo pero efectivo nos narra su estancia en el último bastión del estalinismo, un país en el que todo se hace para mayor gloria de su líder Kim Il-Sung, casi un dios para los norcoreanos, que viven asfixiados por una omnipresente propaganda y por el miedo a los campos de reeducación.
Delisle no necesita ser excesivamente crítico, le basta desgranar sus anécdotas y observar la situación con su mirada occidental cargada de ironía: las insignias con la cara del líder (obligatorias), las insoportables canciones patrióticas, la uniformidad del pensamiento… para que el lector se haga una idea de (en sus palabras) "hasta qué punto puede manipularse el cerebro de un individuo". Parece que hasta un punto muy alto (y no sólo en Corea del Norte).
No hay comentarios:
Publicar un comentario