sábado, 3 de abril de 2010

El mal de Portnoy

Siempre digo que los gobiernos deberían obligar a toda la población a ir al psicólogo una vez al año, por lo menos. Ahora que, al parecer, la religión cotiza a la baja (y yo me alegro), a todos nos vendría bien confesar nuestros problemas al psicólogo, creo que ahorraríamos en drogas, en policías, en clínicas de estética…

Esta novela de Philip Roth es toda ella una sesión con el psicólogo. El paciente es Alexander Portnoy, un treintañero judío de New Jersey, un abogado de éxito al que todo parece irle bien. Pero según va repasando su vida, van saliendo a la luz los años de frustración y neuras acumulados, especialmente en torno a tres temas: una madre de las que traumatizan, su obsesión por el sexo y su estricta educación judía.

Desde que se publicó la novela en 1969 muchos otros artistas judíos (omnipresentes en cine, TV, literatura…) nos han transmitido estos y otros problemas de pertenecer a su pueblo, haciéndose un poco cansinos en mi opinión. Pero hay que reconocer que son buenísimos humoristas, y esta novela es un buen ejemplo, aunque es un humor amargo y negrísimo, la desesperación de Portnoy es graciosa, y como él mismo dice, la base del humor judío está en reírse de uno mismo.

Además, ha conseguido universalizar su caso, no hace falta ser judío para reconocer esos problemas mentales, y cualquier lector –al menos los tíos– puede sentir afinidad con Portnoy.

2 comentarios:

Katrina Van Dassos dijo...

Mil duros a que también siento afinidad con Portnoy.

Redwine dijo...

Te veo muy segura, no me atrevo a apostar...