lunes, 1 de diciembre de 2008

Hipólito

De nuevo, como en Medea, Eurípides aborda el tema de la mujer poseída por la pasión. En este caso Fedra, esposa del héroe Teseo, se enamora perdidamente de su hijastro Hipólito, que Teseo había engendrado con su primera mujer. Hipólito es adorador de Ártemis, y por tanto practica la castidad. Se enfada mucho cuando la nodriza de Fedra le confiesa el secreto deseo de su ama, y esa confesión desencadena una serie de reacciones trágicas que culminarán en la desgracia para Fedra, Teseo y el propio Hipólito.

Era inevitable, porque sólo son peones en un juego entre las diosas Afrodita y Ártemis, representación de dos fuerzas antagónicas de la naturaleza: la pasión amorosa y la castidad. Eurípides muestra a los personajes dominados por sus debilidades y confusos ante un mundo que les supera, incluso los dioses son "más humanos" que en las obras de Esquilo y Sófocles. A Eurípides le preocupaba el hombre, era un intelectual que gustaba de participar en tertulias con los sofistas, poseía su propia biblioteca y escribía dentro de una cueva, para evitar molestias (tras su muerte, los atenienses enseñaban esa cueva con orgullo a los turistas).

El tema de Hipólito y Fedra ya había sido tratado por Eurípides en otra obra, llamada Hipólito velado, desaparecida por desgracia para nosotros, que fue muy polémica: Fedra le declaraba directamente su deseo a Hipólito, acosándolo. Como Hipólito la rechaza Fedra lo acusa ante Teseo de intento de violación (es un tema clásico, recordemos el caso de la mujer de Putifar). Parece ser que la obra fue un escándalo por la carga erótica del personaje de Fedra, y en esta nueva versión se habrían eliminado las partes más controvertidas. Una pena no poder comparar.

Phèdre, Alexandre Cabanel

7 comentarios:

Katrina Van Dassos dijo...

No conocía la historia esta de Fedra...
pobre mujer. ¡Castidad atroz!
Es como cuando quieres hincarle los dientes a uno... y resulta que le mola más salir por Chueca.


Designio de los dioses... humanizados, pero dioses, sí. Hahahaha.

¿Es cortico de leer?
A ver si le echo un ojo.

Un beso

Redwine dijo...

Lo has resumido perfectamente, jajjaja... pero cambiando Chueca por los bosques de Trecén.

Si, cortico...

"¡Castidad atroz!" va a ser mi grito de guerra estos días, jaja

Katrina Van Dassos dijo...

ajjajaaja. Es un grito a tener en cuenta.


Pues a ver si en breve le echo un vistazo a la obrica.
¿Sabe usted que este año la menda, de la misma guisa en la que aparece en la fotografía, gorro de pirata al canto, anduvo por Delfos haciendo las veces de oráculo?
Oh, sí. Aunque no pude llevarme todo el material deseable para entrar en trance (me acojonaban un poco la posible presencia de perros en los aeropuertos) y hube de disminuir la dosis.

Eso sí, los compañeros que gustan de Chueca lo deliciaron por aquellas tierras. hahaha.

Katrina Van Dassos dijo...

por cierto ¿qué creía que era jayana?
Un beso.

Redwine dijo...

Curioso, yo también pasé por allí, y con pintas (incluyendo un pañuelo rojo a lo pirata).

Pero eso fue en el año... ¡1992! ¡No había ni gays todavía!

Redwine dijo...

... que la hubieran gozado al ver a un Redwine adolescente con pañuelo rojo... jajaja

Katrina Van Dassos dijo...

jajajajajajaa
¡sin lugar a dudas! Si me llego a encontrar con otro pirata en Delfos no sé lo que hago. Buah, pobre de él.

Joder, no sabía que el Ussía era pariente (¿nieto?) del Muñoz Seca, ¡tócate los webos! jajaja. Hace una década o por ahí recuerdo que me leí el primero del Marqués de Sotoancho y me hizo mazo de gracia. Y cuando le escuchaba en El jardín de los bonsáis también me hacía gracia.
Pero claro, 14 añucos que tenía...


El problema es ahora... que me pasa lo que a usted.
Un beso.