viernes, 27 de marzo de 2009

Fedón

Éste es uno de los diálogos platónicos más famosos y corresponde a la etapa "de madurez" de Platón, en la que ya no se limita a difundir la filosofía que aprendió de Sócrates, sino que añade sus propios argumentos, expuestos con claridad y una gran calidad literaria.

El diálogo transcurre durante las últimas horas de Sócrates antes de cumplirse su condena a muerte. Algunos de sus seguidores (Platón estaba ausente por enfermedad, según cuenta) lo acompañan en el trance, conmocionados por la pérdida del maestro. Sócrates los tranquiliza con su teoría acerca de la inmortalidad del alma, que tras la vida terrena volverá a formar parte del mundo verdadero de las Ideas (la célebre teoría de las Ideas se expone aquí por primera vez).

Todo el diálogo tiene un tono muy racional y lógico, pero al final Sócrates hace una descripción del mundo del más allá en tono fantástico y religioso (casi ciencia ficción) que ha descolocado a los expertos, ¿es una ironía de Platón negando las acusaciones de impiedad por las que se condenó a Sócrates? ¿o era ésta realmente la opinión del maestro? A mí me parece que sólo nos da un mito en el que apoyarnos, como podría haber dado otro. El propio Sócrates lo dice:

Desde luego que el afirmar que esto es tal cual yo lo he expuesto punto por punto, no es propio de un hombre sensato. Pero que existen esas cosas o algunas otras semejantes en lo que toca a nuestras almas y sus moradas, una vez que está claro que el alma es algo inmortal, eso me parece que es conveniente y que vale la pena correr el riesgo de creerlo así –pues es hermoso el riesgo–, y hay que entonar semejantes encantamientos para uno mismo, razón por la que yo hace un rato ya que prolongo este relato mítico.

O sea, que si tenemos claro que el alma es inmortal, tanto da cómo nos imaginemos la eternidad (son "encantamientos para uno mismo"). Y como decía el gran Borges (en El tiempo y J.W. Dunne):

Dunne asegura que en la muerte aprenderemos el manejo feliz de la eternidad. Recobraremos todos los instantes de nuestra vida y los combinaremos como nos plazca. Dios y nuestros amigos y Shakespeare colaborarán con nosotros. Ante una tesis tan espléndida, cualquier falacia cometida por el autor resulta baladí.

La muerte de Sócrates - David

¿No os parece? Bueno, no me hagáis mucho caso… según recogió Calímaco en unos versos, hubo quien se obsesionó tanto con este diálogo que se suicidó para comprobar la inmortalidad de su alma. No vale la pena, ya llegará…

3 comentarios:

Katrina Van Dassos dijo...

Oh, sí.
Me encanta que se ponga filosófico...

Sólo he leído fragmentos de los diálogos, pero tengo una ed. de Austral esperando apaciblemente en mi estantería.
Aunque el puto jefe por excelencia es el amigo Aris.

Redwine dijo...

Tengo dos "Aris" pendientes: Aristófanes y Aristóteles. Del filósofo me releeré la Poética, y quizá pruebe la "Ética a Nicómaco".

Hace unos meses me encontré al lado de un contenedor una caja llena de libros. Por supuesto me lancé a rebuscar, la mayoría eran de filosofía y rescaté varios, uno de ellos la Metafísica. Lo he hojeado, pero es mucha tela... de momento esperará apaciblemente en la estantería ;)

Katrina Van Dassos dijo...

jajajajaja
hablaba de tóteles.

Biquiños!